Así, unos padres autoritarios exigirán "obediencia
ciega" por la simple razón de "porque lo mando yo”, nunca reconocerán
un error propio porque "hay que mantener el principio de autoridad".
En este caso, la desobediencia es casi inevitable y con ella el conflicto. El
ejercicio irracional de la autoridad (lo que hoy se toma a risa, mañana se
castiga severamente) favorece la desobediencia en los hijos e hijas, puesto que
se comprende que haga lo que se haga estará mal, porque dependerá del estado de
humor de los padres.
Sin embargo, la desobediencia puede surgir también de un
ejercicio demasiado blando de la autoridad. El niño o niña aprende fácilmente o
intuye que puede salirse con la suya, puesto que las amenazas nunca se realizan
o los castigos impuestos se levantan siempre apenas comenzados.
Por lo tanto, el problema de la desobediencia de los hijos/as
es también un problema de los padres, puesto que deben someter a examen su
propio concepto de obediencia y tolerancia antes de desviar toda la
responsabilidad hacia los hijos/as.
A lo largo de todas las etapas del desarrollo evolutivo
encontramos ciertos niveles de desobediencia.
Alégrese de que su hijo le desafíe. Una de las tareas
principales de la niñez consiste en descubrir la estructura y el significado de
la vida, y eso se aprende en gran medida descubriendo las reglas y normas que
regulan el funcionamiento de las cosas. A medida que su hijo/a crezca, su
conducta será más compleja y variada y comenzará a ponerla a prueba para
descubrir las diferenciaciones más finas de la disciplina.
Su hijo/a no está tratando necesariamente de amargarle la
vida en forma deliberada, simplemente está poniendo a prueba los límites que
usted le impone o poniendo a prueba nuevas hipótesis acerca de la forma en que
usted puede reaccionar ante lo que él o ella hace. Este tipo de desobediencia
puede considerarse como normal. No debe preocuparse al menos que su hijo/a lo
desobedezca de forma constante. Si parece disfrutar cuando usted se enoja y la desobedece
cada vez que usted expresa un deseo, entonces sí debe comenzar a preocuparse.
Por Isabel Oliva Gómez, pedagoga, logopeda y técnico de la Delegación de Educación y Fco Javier Camacho Ramos, psicopedagogo para la Escuela de Padres del Ayuntamiento de Barbate.